El concepto de teletrabajo no es nada nuevo. Pintores, escritores y hasta amas de casa llevan muchísimo tiempo desarrollando su labor en la oficina del hogar. Cierto es que son trabajos individuales, por lo que en principio no tienen ninguna relación con los trabajos grupales que se desarrollan en las empresas. Sin embargo, suponen la primera referencia en el nacimiento del teletrabajo: comodidad, concentración y aislamiento que permiten trabajar sin interrupciones personales.Por otro lado, hasta no hace mucho tiempo -especialmente en los pueblos- era normal que las tiendas, bares o restaurantes dispusieran su negocio en la planta baja de una casa, dejando la superior para la vida familiar. De esta manera, diferenciaban de manera espacial el trabajo de la vida privada, lo que equivaldría al despacho en las casas modernas (y grandes). Esta división física resultará de vital importancia para un próspero desempeño del teletrabajo.
Por último, veremos cómo las enfermedades también han ayudado a crear este novedoso sistema de trabajo. Cuando éramos niños y nos poníamos enfermos, algún piadoso compañero de colegio venía a visitarnos. Pero no para interesarse por nuestra salud, sino para traernos los deberes. Por tanto, a menos que hayamos gozado de una anormal salud de hierro, nuestro primer contacto con el teletrabajo se desarrolló desde muy pronto en nuestra vida. Ya no era necesario estar dentro un colectivo para llevar a cabo una tarea.
Pero no sería hasta los años 70 cuando el teletrabajo, tal y como lo conocemos ahora, surgió por primera vez en el mundo. Y, como todas las novedades que surgen en el mundo, se debió a una crisis. En este caso, la del petróleo. Jack Nilles, físico de profesión, buscaba soluciones con las que extraer el máximo partido a los recursos no renovables cuando descubrió el ahorro que supondría llevar el trabajo al trabajador y no el trabajador al trabajo. La revolucionaria idea implicaba que ya no sería necesario disponer de una gran superficie para albergar a la plantilla en todos aquellos entornos laborales que no requirieran de presencia física.
Posteriormente, con la explosión tecnológica, este concepto de trabajo empezó a cobrar mayor fuerza. Un gremio como el de los periodistas, se ha visto beneficiado al poder escribir sus artículos y publicarlos o mandarlos de manera inmediata a través de un ordenador conectado a Internet. Ya no es necesario tomar notas en una libreta ajada y buscar un teléfono para redactar la noticia a una oficina de la central.
Las ventajas que ofrece este sistema son múltiples, tanto para la empresa como para el trabajador, como veremos a continuación. ¿A quién no le gustaría ser su propio jefe, disfrutar de autonomía propia, libertad de horarios, reducir los niveles de estrés y todo esto sin salir de casa? Además, permite aprovechar el tiempo para realizar tareas domésticas y fortalecer la unidad familiar, especialmente si hay bebés o menores en casa.
La empresa se beneficia, principalmente, a nivel económico. Albergar a un grupo de personas requiere espacio y equipamiento. Cuantos más metros cuadrados se necesiten, más dinero de alquiler habrá que invertir. Cuantas más personas trabajen para nosotros, mayor será el gasto en material. El teletrabajo libera al empresario de sufragar ambas necesidades, optimizando los costes de contratación en un 50% respecto a un puesto presencial. Y aún puede reducirlos más al tener acceso a trabajadores en cualquier parte del mundo.
Pero sería una tontería pensar que ésta es la única razón por la que se emplea si no atendiéramos a los resultados de su productividad. El trabajador, al sentirse más libre y cómodo, puede atender a los objetivos planificados de manera más eficiente, lo que supone un incremento en la productividad general del negocio. Asimismo, la empresa ya no tiene que preocuparse por el absentismo laboral, dado que todos los trabajadores llegarán a su puesto nada más salir de la cama.
La última ventaja es que cualquier accidente que sufrieran las instalaciones no afectaría en absoluto al curso normal del trabajo, dado que éste se realiza de manera independiente al de la oficina.
No obstante, no es oro todo lo que reluce. A pesar de sus indiscutibles ventajas para ambas partes, el teletrabajo tiene también varios puntos débiles.
Los trabajadores pueden confundir esa comodidad con relajación y distraerse con quehaceres diarios que les motivan más que su trabajo. Esto también se traduce en ser incapaces de diferenciar entre su labor profesional y la personal. El teletrabajo requiere una fuerte disciplina que puede llegar a causar problemas familiares, al convertirse el hogar en dos universos paralelos bajo el mismo techo. Si esto no fuera poco, el poder de concentración que genera el aislamiento también provoca sedentarismo y pérdida de comunicación social.
La empresa tampoco se libra de estos problemas. Al tener tantos jefes individuales, la jerarquía se verá afectada en toda su estructura, pudiendo llegar a perder el control sobre sus empleados. Otro riesgo -derivado del anterior- al que se enfrenta es la pérdida de identidad del trabajador con la empresa. Los empleados pueden optar por un cambio de lealtades con mayor facilidad, dejando sin tiempo de reacción a la empresa para encontrar una solución.
De todas maneras, la integración del teletrabajo es una alternativa muy adecuada para las empresas actuales. Al fin y al cabo, cualquier método de trabajo que empleemos no estará exento de riesgos. La cuestión es prestar atención a las ventajas que ofrece tanto a empleado como empleador y sopesar los beneficios de sus virtudes productivas con las consecuencias deshumanizadoras que puede llegar a provocar.