Las startup, también conocidas como empresas emergentes, suponen un cambio respecto a los anteriores empresarios que decidían iniciar una aventura comercial en el pasado. Ambos proyectos no están exentos de los riesgos inherentes característicos de los inicios, pero los tradicionales cuentan con la ventaja de apostar por un negocio del que se saben sus resultados. Sin embargo, corren el riesgo de competir dentro de un mercado saturado, algo que no sucede en el caso de quienes optan por innovar con sus productos y servicios.
Este tipo de novedoso estilo de negocio se fundamenta en dos pilares bien definidos: la pequeña inversión y la tecnología. La primera permite la entrada de inversores –conocidos como inversores ángeles- que aportan cantidades pequeñas que les permiten minimizar las pérdidas en caso de no alcanzar sus objetivos u obtener grandes beneficios gracias a la escalabilidad exponencial de este modelo. La escasa inyección económica se sustenta gracias al segundo, la tecnología.
Los medios tecnológicos disponibles en la actualidad han dejado obsoletas a las necesidades espaciales y personales de los negocios clásicos. Ya no es necesario disponer de un lugar físico determinado, puesto que la ubicuidad que permite Internet posibilita nuevos tipos de localizaciones, como puede ser el propio hogar o compartir una oficina. Es decir, que una persona de viva en Madrid y otra en Badajoz pueden trabajar para una startup valenciana sin verse obligados a cambiar de residencia.
Esta ventaja genera, a su vez, un problema de coordinación en las comunicaciones. Con independencia de si el proyecto se realiza en múltiples posiciones o en una determinada, la escasez de medios aumenta la responsabilidad en el contacto con los clientes, tanto para atenderlos como para informarlos. La escasez de personal obliga a los implicados a dividirse esta carga de trabajo de manera más o menos equitativa, corriendo el riesgo de no estar disponibles por culpa de una reunión, visita o algo tan sencillo como estar concentrado trabajando en ese mismo momento. Afortunadamente, la tecnología que permite este tipo de modelo laboral contemporáneo también ofrece la mejor solución a este importante problema: las secretarias virtuales.
Una de las claves del éxito empresarial reside en su capacidad de estar conectado al mundo exterior y en su organización interna. Las grandes empresas cuentan con equipos de secretarias que se encargan de atender las llamadas, filtrarlas según su relevancia y organizar la agenda laboral. Obviamente, dada la importancia de sus funciones, su precio resulta demasiado elevado para las empresas emergentes. Hasta ahora.
Las secretarias virtuales son la pieza que faltaba para completar el perfecto organigrama neoempresarial de nuestra época. Si todo el trabajo que realizamos está almacenado no en archivos físicos sino en la Nube, ellas tienen su centro de atención al cliente en el mismo estrato. De esta manera, estarán siempre conectadas con la startup y en contacto con los clientes, realizando su trabajo desde nuestra oficina virtual.
El valor competitivo que su contratación genera es sumamente alto, puesto que nos aporta una ventaja diferencial con la competencia, una imagen de profesionalidad de cara a los clientes, una descarga de trabajo no relacionado con la función laboral del negocio y la seguridad que aporta estar organizados para poder actuar y responder con eficacia. El carácter voluble de este tipo de empresas exige una máxima dedicación por sacar adelante el proyecto, empleando todo tipo de ayudas disponibles para su obtención. Los inversores se caracterizan por ser muchos aportando pequeñas cantidades monetarias. La secretaria virtual es una sola, pero su aportación es gigantesca.