David Beckham fichó por el Real Madrid en el año 2003. Su llegada causó un revuelo sin precedentes en la historia moderna del fútbol. La gente no sabía pronunciar su nombre correctamente y la gran mayoría jamás le habían visto jugar un partido de fútbol. Pese a esos referentes, la camiseta y otro tipo de merchandising con su nombre o imagen se agotaron en poco menos de unas horas.
La identificación con un nombre es también la clave del éxito en el ámbito musical. AC/DC, el recientemente fallecido Prince – también conocido como el símbolo – o Miley Cyrus y su previo alter ego de Hanna Montana, han traspasado la barrera musical hasta el punto de ser reconocidos internacionalmente pese a no haber escuchado mucho más de un puñado de canciones suyas en el mejor de los casos. Todos ellos han alcanzado renombre alrededor del planeta gracias a una astuta maniobra de marketing por la que dejaron de ser cantantes para convertirse en marcas personales.
La publicidad lleva más de medio siglo identificando productos con segmentos de población con el fin único de asociar su posesión con un estilo de vida o estatus social. Marcas como Audi o Hugo Boss tienen una imagen asimilada de éxito. McDonald’s intenta zafarse de su imagen de comida rápida por una más ecológica y natural (cambiando el rojo por el verde en sus locales). Benetton desarrolló campañas buscando la diversidad y provocación para los jóvenes rebeldes de clase media-alta. Y Guinness ha logrado simbolizar a todo un país con su cerveza negra.
Sin embargo, el publicitarse o venderse uno mismo, actualmente conocido como marca personal o personal branding, tiene un origen reciente. Bien es cierto que emplear el nombre o apellido con fines comerciales es una táctica muy común a la hora de montar negocios (Rockefeller, Trump, Hilton) o lanzarse a la carrera de cómico (Arévalo, Gila, Faemino y Cansado). Era cuestión de tiempo que alguien se percatara de las posibilidades de este sistema y ponerlo en manos de personas anónimas.
El pionero de la marca personal fue un escritor y economista americano llamado Napoleon Hill. En su libro «Think and Grow Rich» de 1937, introdujo el concepto de posicionamiento personal, destacando la importancia de transformar el nombre de una persona en una idea. Hasta el año 81 no se volvió a recuperar la percepción de la persona como marca. Y ésta apareció en un libro llamado «Positioning: The Battle for your Mind» de Al Ries y Jack Trout. Estos consultores y expertos en técnicas de marketing pusieron de nuevo sobre la palestra el término de posicionamiento personal. Finalmente, sería un experto en prácticas de gestión empresarial quien lo llevara a la fama a finales de los 90: Tom Peters.
A partir de ese momento, las librerías se inundaron de libros de autoayuda enfocados en mostrar los diferentes sistemas y beneficios de hacer de uno mismo su propia empresa, convirtiéndose sus autores en un ejemplo claro de asociacionismo entre nombre y marca. Tanto radios como televisiones se vieron inundados de figuras de expertos cuya presencia aportaba autoridad y especialización en infinidad de materias.
Sin embargo, con la llegada de Internet, la creación de una marca personal pasó a estar a disposición del público general, ofreciendo la posibilidad de salir del anonimato sin necesidad de tener contactos en los medios audiovisuales masivos.
Los pasos a seguir a la hora de crear una marca personal no son muy distintos a los de la formación de una empresa. Sin embargo, requieren un trabajo de campo previo bastante introspectivo. Es decir, conocer bien nuestras fortalezas y debilidades y establecer unos objetivos definidos a lograr en diferentes plazos. O, dicho de otro modo, qué valores y virtudes nos hacen destacar sobre los demás y cuál sería nuestro nicho de mercado principal. Una vez bien definida nuestra propia personalidad, es el momento de darnos a conocer. Y nuestro principal aliado serán las redes sociales.
Pero antes de dar ese paso, necesitaremos nuestra oficina virtual, centro de mando trasmisor de nuestra marca de persona. Para ello, tendremos que disponer de un blog personal. Hay que tomarse el tiempo necesario en su creación, puesto que ése va a ser el canal por el que el público nos va a conocer. Por tanto, es recomendable echar un vistazo a las páginas de los blogueros de mayor tendencia en la actualidad para hacerse una mejor idea de cuál es la mejor manera de mostrar nuestra profesionalidad con sencillez. Además, en la web podemos encontrar varias páginas que nos guiarán en su creación. Lo más importante es que nos posicionemos claramente en un sector determinado, que la navegación e información sean accesibles al usuario, mantenerlo actualizado con regularidad y, si es posible, encontrar un elemento diferenciador que nos permita destacar o llamar la atención. Ojo, este último punto no debe leerse a la ligera. Ser chabacano u ofensivo llama la atención, pero no de la manera que pretendemos.
El siguiente paso es darse a conocer al mundo exterior. Y me refiero a Internet con sus redes sociales. Una de las más importantes en la actualidad es LinkedIn, una red social profesional donde contactar con profesionales en el sector y darse a conocer. La otra gran red de contactos es Facebook, que permite crear perfiles diferenciados a nivel personal y profesional con dos cuentas. Por último, Twitter permite difundir tus ideas y comentarios de una manera más dinámica a la vez que abre otro canal más de contactos con sencillez.