Una oficina, según la definición de la RAE, es el local donde se hace, se ordena o trabaja algo. Hasta ahora, lo asociamos a un sitio con unas dimensiones concretas donde pululan los empleados, se apilan los papeles, huele a café, se trabaja al ritmo de la percusión de los teclados y suenan los teléfonos constantemente.
La imagen de una oficina ha ido modificándose con el tiempo. De las máquinas de escribir y los archivadores, pasamos a tener ordenadores personales con enormes monitores donde se almacenaba toda la información. El siguiente paso fue reducir su tamaño gracias a los ordenadores portátiles, más conocidos como laptops. Esta evolución informática ha permitido desahogar el volumen material de las oficinas, disminuyendo ostensiblemente las dimensiones necesarias para poner en marcha un proyecto. Sin embargo, seguimos teniendo dentro de la cabeza la famosa frase de que el tamaño importa.Sigue leyendo